Salud mental: la víctima silenciosa de la Covid-19.

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Al igual que ocurrió con el iceberg que chocó con el Titanic, la Covid-19 ha presentado numerosas secuelas muy visibles, y a la vez muy dolorosas, como los contagios, los miles de hospitalizaciones y de las decenas de miles de personas fallecidas.

 

Y es que, en la parte inferior del iceberg se esconden consecuencias difíciles de percibir a primera instancia tales como la eliminación de la vida social tal y como la conocíamos, pérdida de empleo o, como el tema que nos ocupa, cuantiosos problemas relativos a la salud mental.

 

Y es que son numerosos organismos los que nos alertan del enorme impacto negativo sobre la salud mental que está suponiendo el tremendo mazazo de la crisis sanitaria. Por ejemplo, las Naciones Unidas destaca la importancia de incrementar de forma inmediata y con urgencia los servicios de salud mental. En caso de no hacerlo estaríamos ante un riesgo extremo de aumento de los trastornos psíquicos: la Organización Mundial de la Salud ha constado en numerosos estudios que para 2030 será el primer problema de salud pública del mundo, ya que una de cada cuatro personas en el mundo tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida.

 

Por su parte, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos muestra unos porcentajes alarmantes desde ese fatídico 14 de marzo de hace un año, ya que durante los meses de confinamiento el 30% de las personas manifestó haber tenido ataques de pánico, el 25% se ha sentido excluida socialmente y el 45% sentía que no era capaz de controlar la preocupación.

 

La ansiedad con un 43,7% y la depresión con un 35,5% son los síntomas más frecuentes dentro de los diagnósticos realizados a la población demandante de estos servicios. El resto de los porcentajes estaban formados por la angustia, desasosiego, frustración y estrés. Datos que también confirman diversos estudios de la Universidad de Granada a los que añaden que el alumnado que presentaba síntomas de depresión ha pasado de un 10% al 20% siendo este porcentaje extrapolable, según los investigadores, al conjunto de la población. Por lo tanto, no estamos hablando de una ola que nos vendrá en el futuro, ya la tenemos aquí y debemos ponerle solución con urgencia.

 

Un estudio llevado a cabo por la UGR, la Universidad de Oxford y la London School determinaron que las gestantes debían llevar a cabo, además de las revisiones rutinarias, un control de la salud mental para evitar daños a corto y medio plazo en los bebés. Los posibles efectos del estrés en las embarazadas en tiempos de pandemia aparecieron en la gripe de 1918 con un mayor riesgo de muerte prematura por infarto o ser diagnosticados de autismo, esquizofrenia o TDAH. Por lo tanto, este hecho pone de relieve, tal y como afirman Rafael Caparros, la investigadora de la Universidad de Oxford Fiona Alderdica y el profesor de la London School of Hygiene and Tropical Medicine de Reino Unido y del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada Miguel Ángel Luque, la importancia de cuidar la salud mental en estos momentos.

 

En materia de los datos relacionados entre la salud mental y la mujer cabe destacar que más del doble de las personas que han acudido a estos servicios de salud mental son mujeres. Además, debemos trabajar para conseguir un protocolo de detección de violencia en mujeres con problemas de salud mental multidisciplinar, dar formación a la sociedad en este aspecto y facilitar el acceso de las mujeres con problemas de salud mental a los recursos de rehabilitación sanitaria, de soporte diurno, formación y de ocio.

 

Y es que no solo los estudios avalan las actuaciones prioritarias en salud metal, a nivel legislativo a través del Estatuto de Autonomía lo pone de relieve en el artículo 22.3 en el que afirma textualmente: Las personas con enfermedad mental, las que padezcan enfermedades crónicas e invalidantes y las que pertenezcan a grupos específicos reconocidos sanitariamente como de riesgo, tendrán derecho a actuaciones y programas sanitarios especiales y preferentes.

 

Tanto estos análisis como el aspecto normativo nos presentan la salud mental como una dimensión que debe ser tratada como un aspecto de absoluta prioridad dentro de un Sistema Público de Salud fuerte donde la Consejería de Salud y Familias lleve a cabo una investigación que recoja los efectos y problemas de salud mental derivados de los efectos de la pandemia en la población andaluza, además de articular medidas preventivas en la materia.

 

Como ven, la salud mental debe tratarse como una prioridad dentro de un sistema público de salud fuerte a través de la implantación de estas medidas de forma inmediata, ya que la ola de la salud mental no es una ola que vendrá en el futuro, sino que la tenemos aquí y ahora.

 

 

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