La nefasta gestión del Partido Popular, porque además de fachas son malos gestores de los público, no sólo nos ha llevado a enfrentarnos a la mayor crisis sanitaria de la historia reciente de Andalucía, sino que además nos está desvelando las peores consecuencias de un modelo de gestión, el de la privatización, que sólo beneficia a las empresas privadas. Pero es que además nos está mostrando la soberbia más peligrosa y criminal de dirigentes que frivolizan con ese grito de furia colectiva que estas últimas semanas ha retumbado en las inmediaciones de San Telmo y en todos los rincones de Andalucía.

Dicen, los muy sin vergüenzas, que estamos politizadas. Claro que sí. Politizadas siempre. En defensa de la sanidad pública.

La crisis de los cribados es, sin duda, la mayor crisis de gestión en materia de salud pública que estamos viviendo en nuestra tierra. Pero es solo la punta del iceberg. Porque no sólo son los cribados y los fallos en las comunicaciones de pruebas que son cruciales para salvar vidas. Es también la precariedad meditada a la que el gobierno de Moreno Bonilla está sometiendo desde hace años a todo el personal sanitario. A ese mismo personal sanitario que aplaudían en tiempos de pandemia para luego darles la patada a traición y por la espalda. Y es también la mala gestión de las urgencias. Las largas listas de espera. Los tiempos eternos en la atención primaria hasta para actualizar recetas. La descoordinación asistencial y la falta de seguimiento de pacientes crónicos y críticos.  

La sanidad pública andaluza agoniza. Está en estado crítico. Y no  precisamente por la ineptitud de los gestores públicos, sino por las decisiones tomadas en base a una estrategia privatizadora con la que han restringido una a una nuestras posibilidades y nuestros derechos con el único fin de multiplicar los beneficios de las empresas privadas.

Y lo han hecho sin pudor, con nuestro dinero y a costa de nuestra salud. Mientras ellos se forran tú te mueres. Porque privatizar mata. Nos mata a todas. Malditos sean.