El corazón del Sáhara sigue latiendo en el exilio
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Publicado:14 de Noviembre de 2025
Escribo estas líneas desde los campamentos de refugiados saharauis, en medio del desierto argelino, donde el viento levanta el polvo y, aún así, no logra borrar la dignidad de este pueblo. La semana pasada se cumplieron cincuenta años de la Marcha Verde, ocupación que arrancó a miles de saharauis de su tierra y los condenó al exilio, bajo la sombra de la traición española. Medio siglo después, el abandono continúa.
Caminar por los campamentos es encontrarse con la resistencia hecha vida. Las mujeres sostienen la educación, la salud y la organización cotidiana; los jóvenes, nacidos en el exilio, sueñan con una tierra libre de la que sólo han oído hablar; los ancianos recuerdan el Sáhara libre. Aquí, en cada haima, se siente la fuerza de un pueblo que ha sobrevivido a la indiferencia, a la traición y al olvido.
España, potencia administradora del territorio, traicionó al pueblo saharaui hace cinco décadas y lo sigue haciendo hoy, rindiendo pleitesía al plan de soberanía marroquí sobre el Sáhara, en vez de cumplir su deber e impulsar, junto al legítimo representante del pueblo saharaui —el Frente Polisario—, la celebración del referéndum de autodeterminación que Naciones Unidas prometió. Ese referéndum es la única vía justa para que el pueblo saharaui pueda regresar a su territorio ocupado y expoliado y decidir libremente su futuro.
A su vez, Europa y sus instituciones hablan de derechos humanos mientras miran hacia otro lado cuando Marruecos reprime, encarcela o desaparece a activistas saharauis. El gas, los acuerdos comerciales y la llamada “estabilidad regional” pesan más que la justicia.
Estar de nuevo aquí, compartiendo el té con familias que han vivido generaciones enteras sin patria, me obliga a escribir desde la vergüenza y la admiración: vergüenza por el papel que juega mi país, y admiración profunda por la capacidad de los saharauis para convertir el exilio en resistencia.
Cincuenta años después, la Marcha Verde no es sólo una fecha: es una herida abierta en el corazón del desierto. Y mientras el mundo siga dándoles la espalda, los saharauis seguirán recordándonos que la resistencia también puede tener la forma del viento que nunca deja de soplar.
