Doble rasero

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Publicado:1 de Julio de 2022
Ha vuelto a ocurrir. ¿Cuántas van ya? Y nadie pone los medios ni tiene la voluntad necesaria para parar esta masacre.
El pasado 24 de junio, 37 personas huyendo del hambre, la miseria, la guerra, la explotación y con la esperanza de encontrar un abanico de oportunidades que les garantizara una vida digna en la ‘bella Europa’ murieron al saltar la valla que separa España (Melilla) con Marruecos.
Eran negros. El Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y la Ministra de Defensa, Margarita Robles, lejos de escandalizarse por esta masacre ocurrida a los pies de nuestro país, felicitan a la gendarmería marroquí por su trabajo. Una vez más rinden pleitesía a Marruecos, como buenos súbditos, y se convierten en cómplices de la vulneración de los derechos humanos.
Si hubieran sido personas blancas, ¿qué? ¡Ah, no, que ya pasó con la guerra de Ucrania y faltaron sólo las alfombras rojas! El doble rasero, la hipocresía y el racismo marcando nuevamente quienes son personas de primera y personas de segunda.
Pero no podemos mirar para otro lado, los problemas que se derivan de la frontera son una realidad, una realidad cruel que hay que tener la valentía, la responsabilidad y la humanidad suficientes para atajarla. Levantar vallas con concertinas electrificadas, desarrollar políticas antiinmigración y ejercer la violencia por quienes protegen nuestras fronteras han demostrado que en vez de ser herramientas útiles para la solución, sólo llevan a la muerte y a la proliferación de mafias que se aprovechan de la desesperación de las personas que con todo el coraje del mundo, ese mismo al que apelamos en nuestro día a día para conseguir nuestras metas, dejan atrás su tierra y su familia para tener una oportunidad de vivir dignamente.
España, como país soberano y democrático, tiene responsabilidades y es hora de dar un paso al frente ante Marruecos y digamos basta ya. Es hora de dejar de ceder a los chantajes de la dictadura marroquí y empezar a implementar políticas que garanticen corredores seguros y legales para estas personas que quieren llegar a Europa.
No podemos seguir permitiendo que la vida de las personas se use como moneda de cambio ante intereses políticos y diplomáticos. La ciudadanía tenemos una oportunidad de demostrar que estamos en contra de este juego de naipes: que Andalucía y España no son racistas, que somos una tierra acogedora y que tenemos los brazos abiertos.