La gran ciudad, la gran mentira

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  • Publicado:
    29 de Marzo de 2024

La falta de un comedor social en El Puerto Santa María revela una carencia alarmante en la asistencia social. La reciente gestión del albergue municipal, marcada por un desalojo sin claridad ni dignidad, agrava la situación. En estos tiempos de solemnidad de la Semana Santa, la ciudad enfrenta una realidad desafiante y desalentadora, donde las necesidades básicas de los más vulnerables están desatendidas. Es crucial que las autoridades aborden esta crisis con urgencia y humanidad, garantizando un acceso equitativo a servicios esenciales durante todo el año, sin importar las festividades religiosas, ni de ninguna otra índole.

Habría que replantearse el modelo de gran ciudad si no tenemos ni cómo atender a la parte más vulnerable de nuestra ciudad. La falta de un comedor social y la desastrosa gestión del albergue municipal en Puerto Santa María subrayan la urgente necesidad de revisar nuestras prioridades y valores como sociedad. En un entorno donde la opulencia y el desarrollo urbano brillan, resulta inaceptable que la atención a los más necesitados sea descuidada. Este contraste revela una brecha profunda en nuestra estructura social y económica, que exige una reflexión seria sobre la equidad y la justicia. 

Es fundamental que las autoridades de nuestra ciudad se comprometan a construir una ciudad más inclusiva y solidaria, garantizando que todos tengan acceso a recursos básicos y servicios sociales adecuados. Sin embargo, lamentablemente, los últimos cinco años han estado marcados por una gestión autoritaria que ha carecido de participación ciudadana y colectiva. Este enfoque ha dado lugar a un modelo de gran ciudad vacío de intervención social y carente de empatía hacia los más necesitados. Es imperativo que rectifiquemos este rumbo y promovamos una gobernanza transparente y participativa que involucre a todos los sectores de la sociedad en la toma de decisiones. Solo así podremos construir un modelo urbano verdaderamente sostenible y humano, donde se priorice el bienestar de todos los ciudadanos, especialmente de aquellos que enfrentan desafíos socioeconómicos, que necesitan de los recursos de los servicios sociales.

La solemnidad de la Semana Santa no solo debe resaltar la opulencia de la Iglesia, sino también recordar a nuestros gobernantes el verdadero mensaje de amor al prójimo que promueve el evangelio. Es un momento para reflexionar sobre la importancia de la compasión y la solidaridad. El consistorio debe internalizar este mensaje y reflejarlo en sus políticas, priorizando el bienestar de los más vulnerables en cada decisión que tomen. La Semana Santa brinda la oportunidad de renovar el compromiso del equipo de gobierno con la justicia social y trabajar para construir una ciudad más equitativa y justa.

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