Gratitud

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Carta de Antonio Maíllo, tras ganarle la batalla al cáncer

 Gratitud: es lo que se me viene a la mente en este momento, en que tras terminar los ocho ciclos de quimioterapia en estos seis meses (40 horas de intravenosa y 756 pastillas), las pruebas de control dicen que todo ha ido muy bien; que acaba este proceso iniciado un 5 de diciembre en que me desvanecí por un cuadro de hemorragia y las pruebas diagnosticaron que padecía un cáncer de estómago; cáncer -no hay que tener miedo a la palabra- por el que fui intervenido el 11 de enero de este año, e inicié un proceso de recuperación donde la paciencia era algo más que una virtud para convertirse en una necesidad.

Gratitud es la que siento al personal sanitario, quienes han convertido en un compromiso de vida su trabajo, complicado en estos tiempos, y tienen la grandeza de superar las dificultades con atención, profesionalidad y mucha, mucha vocación y afecto.

Gratitud a todas las personas que me habéis enviado energía tan positiva, con vuestros mensajes de ánimo que contribuían a la cura casi tanto como cada pastilla que tomaba. No os podéis imaginar el poder curativo de un mensaje para quienes estábamos inmersos en procesos como este. Cada mensaje era como una dosis de cabecitabina sin efectos secundarios, en todo caso, efectos profundamente beneficiosos.

Gratitud a las miradas cómplices y positivas de mis compañeras y compañeros pacientes también del Hospital de Día del Virgen del Rocio, porque nuestros ánimos alimentan muchas esperanzas y convicciones de lucha. ¡Aquí nadie se rinde!

Gratitud al cariño recibido de tanta gente, mucha anónima, y tan diversa en lo político -gobierno y parlamentarios andaluces-, profesional -periodistas y profesionales de los medios- social o cultural, muestra de una sociedad que evidencia rasgos de estar sana aunque a veces parezca enloquecida. La andaluza es una sociedad en la que lo emocional nos hace conectar de modo universal y activa mecanismos de solidaridad -y ternura- infinita... Guardemos y conservemos este patrimonio inmaterial y sanador.

Gratitud a mi organización política, por su solidaridad elevada a la potencia más alta, a una militancia acostumbrada a combatir contratiempos y que se hace fuerte y da fuerza en las dificultades. Seguimos adelante en esta lucha colectiva por un mundo más justo.

Gratitud, en fin, a mi equipo de dirección política que ha suplido ausencias con la humildad que caracteriza a los grandes.

Gratitud a los amigos y amigas que en silencio o en encuentros y visitas me han acompañado en todo este tiempo. A mi familia -a mis hermanos siempre junto a mí-, la de sangre y la acumulada a lo largo de la vida, que forman el mejor patrimonio personal de que pueda disfrutar una persona.

A mis padres, que con sus 80 años ya superados me acompañaron día a día y hora tras hora en cinco meses de recuperación, los que más cuidado merecían. Sin ellos nada he sido ni nada sería. Profunda gratitud.

Y ahora a dar ánimos y fuerzas, y decir que se sale de esto a quienes siguen en el proceso. Pura vida

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